El Arrebato

Periodismo desde las Entrañas

De los unicornios a los zombies: otra forma de no cuidar

dubuffet landscape with a dog 1955

Por Davides

Desgraciada e irónicamente, la realidad -de nuevo- es capaz de superar a la ficción: hoy voy a escribir sobre el peligro de pasar de ser un unicornio a ser un zombie. O, dicho de otro modo, como pasar de ser la tercera persona a ser un cadáver emocional.

A ver, voy a poneros en contexto que sino puede haber líos:

El otro día, en medio de una candente conversación entre amiwis y tras unas cuantas cervezas en los vasos sanguíneos, salió a debate el novedoso concepto de unicornio. Para aquellos ineptos que, como yo, desconocieran la existencia de ese término les aporto la siguiente definición:

«Denomínese a aquella persona que, de manera consensuada, decide introducirse de forma afectivo sexual en una relación (en general de pareja) ya construida, asentada, formalizada y muy solida

Así, de primeras, ya me chirrió un poco bastante la idea de poner nombre de animal fantástico a una persona que, con cierta probabilidad, se está introduciendo en aquello que podría convertirse en una movida. No es que necesariamente este tipo de cosas tengan que acabar en telenovela turca, pero es cierto que aquí todos (yo) sabemos en que puede desembocar la vaina y algún que otro ejemplo se nos viene a la mente. Pero bueno, esto no se queda aquí, sino que el punto apoteósico del concepto llega en el momento en el que -en mi insalvable curiosidad con todo lo que tiene que ver con lo que un colega denomina como lodefollar y que yo llamo no-monogamia- me dispongo a buscar en (San) Google.

Es, en ese momento, en el que descubro que la idea de unicornio no nace de que los unicornios sean bonitos y cumplan deseos y fantasías (lo cual per se ya me parecería una horrible objetivización de la persona); sino que va todavía un poquito más lejos. Al unicornio se le llama unicornio por la dificultad para encontrar uno. Claramente y en consecución, te daban unos cuantos consejitos para poder cazar a uno de esos pobres despistados. Vamos, que lo mismo se le podía haber llamado unicornio como «contrato indefinido con salario mínimo interprofesional» (de nada por la broma de cuñao).

ULLABENULLA

El unicornio es algo raro, algo exótico, algo morboso y que se desea pero no se consigue fácilmente. Dicho de otra forma, es un reto. Es decir, no sólo se percibe como un simple cuerpo más a consumir sino como una especie de objeto morboso. Parecido a un “satisfayer” con la cara de Harry Styles, el cuerpo de Mario Casas y la voz de Maluma (todo muy heteronormativo e intencionadamente escogido y buscado en el top 30 de la primera revista que me ha salido en google).

Aquí me hallaba reflexionando, cuando he empezado a imaginarme en aquella hipotética situación en la que esta maravillosa fantasía de Disney empieza a transformarse, poco a poco, en una tragicomedia griega. Un poco como con los “Mundos de Coraline“: maravillosa película que empieza con un paradisiaco mundo de fantasía que acababa por convertirse en una terrible pesadilla. Algo así pero con un poco más de lágrimas y quitando la parte de los botones en los ojos que me da especialmente miedo. Y es ahí donde yo me cuestiono:

Cuando esta situación empieza a complicarse, ¿a quién se le va a exigir una mayor compresión y empatía? ¿Quién tiene que adaptarse a una normas ya prescritas y a unas estructuras ya establecidas?¿A quién, en definitiva, se le exige mayor responsabilidad?

Y es a partir de aquí cuando empiezo a percibir el problema. Es en este punto en el que veo que, de nuevo, por una normal social impuesta -y a costa de todo y de todos- se vuelve a dar privilegio a un tipo de relación. Y, como no, de nuevo, se le vuelve a eximir a las personas que conforman ese tipo de relación la responsabilidad de cuidar a su entorno.

Cuando una tercera persona (no un unicornio: una tercera persona) entra a una relación ya establecida, probablemente se le haga escoger entre dos puntos. El primero de ellos, es que actúe con rol de mediadora y se adapte a las normas de la relación establecida; ya que estas personas están viviendo un proceso de deconstrucción que es complicado (no lo pongo en duda) y que implica tiempo. Es decir -os lo traduzco-, en realidad lo que se le va a exigir a esa persona es que se sitúe en una relación de poder en donde la relación principal establece cuáles son las libertades y «privilegios» a los que puede optar y a los cuales debe de adaptarse con empatía y buen carácter, porque sino cabe la posibilidad de que acabe siendo barrido de tan estructurada y sólida relación. 

La segunda opción (y, desde mi punto de vista, la más sana a largo plazo) es que acepte -de nuevo- esa relación de poder y, en una acción de supervivencia, decida situarse en un punto en el que las decisiones y limitaciones de esta pareja no puedan hacerle daño. Lo cual tiene sus pros y sus contras. Los pros: sus emociones están tan desconectadas con esa relación que no es capaz de sentir dolor. Los contras: sus emociones están tan desconectadas con esa relación que no se permite sentir absolutamente nada (y cuidado con la que se complica en el momento en el que eso cambie).

Lart des fous

Ah, claro, pero es el unicornio el que “debería de haber sabido donde se estaba metiendo“. Olvidemos, claramente, que eso era consensuado y buscado por todxs. Olvidemos, sin duda alguna, que dos de esas (mínimo) tres personas ya tenían una relación asentada, hablada y estructurada. Olvidemos que son más. Olvidemos los vínculos y confianza que tienen. Olvidemos los espacios comunes ya construidos. Olvidemos, en definitiva, la relación de poder entre la pareja y el unicornio.

Es aquí donde yo me planteo darle la vuelta a la tortilla y empezar a trasladar esta relación de poder en un contexto diferente. No sé, por ejemplo, en una relación entre un chico de 24 años y una chica de 19: ¿A quién se le exigiría que tuviera más responsabilidad y, por ende, más cuidados hacia la otra persona? Siguiendo está lógica, sería a la chica sin duda, ¿no? Es la chica la que, en caso de que algo saliera mal, debería de haber sabido donde se estaba metiendo.

Sin duda alguna, no. Todxs deberíamos saber que no son así las cosas.

Cuando existe una relación de poder, aquella/s persona/s que se encuentran en la situación de privilegio siempre tienen más responsabilidad que aquella que se encuentra en una situación de vulnerabilidad. Y eso implica cuidados. Y los cuidados no son -solo- dar cariñitos hasta las 6 de la mañana o decir buenos días unicornio para que la persona se sienta tenida en cuenta. Cuidar implica preguntar, comunicar, valorar, dar afecto, escuchar… pero, sobre todo, cuidar implica no construir relaciones de poder, no construir jerarquías (invisibles pero sólidas) que fomenten y legitimen esos desequilibrios.

Nadie (yo) obliga a nadie (al resto del mundo) a construir un tipo de relación u otro. Cada uno tiene la autonomía para decidir que es lo que quiere y/o necesita en su vida. No obstante, si se quiere conocer, probar o experimentar, que no sea a consta de convertir a unicornios en zombies. O, dicho de otro modo, de convertir a terceras personas en cadáveres emocionales.

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