El Arrebato

Periodismo desde las Entrañas

[OPINIÓN] Ensoñaciones de dignidad: a un mes del estallido social

“Pese a la falta de empatía ante el Chile segregado, herencia de la dictadura cívico-militar y criminalización de la protesta que han intentado instalar a punta de montajes. Es necesario seguir organizándonos, articularnos de manera afectiva, trabajar el machismo patriarcal que llevamos dentro, para que la dignidad esté presente en nuestras vidas no sólo en los discursos de quienes dicen nos “representan” o quienes vendrán más adelante, sino para que nuestro cuerpo y relación con el entorno también asuma esa transformación”.

POR: Pías Bastidas Fuica

¿Fue un sueño? me pregunto, ¿Habrá sido un sueño? Ver las calles llenas de personas gritando, exigiendo dignidad.

Enojadas y dichosas a la vez. Con tristezas y miedos en su espalda.

Con coraje, valentía y pasión en sus almas.

Con esperanza y la frente en alto.

Diversas en intensidad y clamores.

El pueblo se hizo cuerpo

Cuerpos marchando, protestando, luchando por una utopía.

Explotando de alegría y exaltación por una sociedad amorosa.

El sueño se hizo realidad

Millones de personas, perros, espíritus, brujas y magos llamadas a desatar sus locuras, ensoñaciones constreñidas. Anhelos reprimidos. Adormecidos con píldoras ciudadanas.

Adoctrinados con necesidades inventadas, con endeudamiento perpetuo.

A través del fuego incandescente, sensual, sensorial, dejando marcas en las calles, en las iglesias, en las multitiendas y farmacias, en los “súper” mercados y edificios de AFP. Quemando transnacionales. Hacer cenizas el modelo.

El fuego como jolgorio mismo, el acto psicomágico de ver el sistema arder/caer/hacerse escombros/polvo. De experimentar la revuelta revolucionaria en llamas.

¿Fue un sueño, tales escenas corpóreas, tales imágenes, escenas cinematográficas? Dichas ensoñaciones fantásticas costaron cientos de ojos, cientos de abusos sexuales, de violaciones, golpizas y asesinatos ¿Y ahora quién responde?

Los sueños fácilmente se convierten en pesadillas, sólo si logramos hacernos conscientes dentro de los mismos, es posible volver a sentir placer y no pavor.

Nos instalaron temor,

Nos amenazaron con guerra e impusieron su paz.

Se levantaron acuerdos entre 4 paredes excluyendo a lxs marginalizadxs, una vez más.

Acuerdos encerrados en un cuarto con olor a muerte, con sabor a sangre y con los mismos siniestros de siempre sonrientes, regocijándose en sus privilegios.

Y se desarticula la explosión social ¿El momento ya pasó?

Las calles gritan con más fuerza y enojo por no ser escuchadas. El pueblo queda fuera, incluso cierta parte recula. Se tranquiliza la eclosión, la hecatombe. El desgaste en el cuerpo/pueblo, en el cuerpo/territorio se hace notar. La indolencia e inoperancia de quienes toman decisiones por el resto es agotadora. La imposición de paz se transforma en pasividad social en ciertos sectores.

Las soñadoras y soñadores continúan poniendo el cuerpo, y la violencia del Estado se hace presente, incluso matando nuevamente. La dictadura solapada, disfrazada de blanco inmaculado continúa.

Y la gestación de una nueva constitución “comienza”. La semilla está arrojada en la tierra, en las personas. Instalada en el sentido común, de abajo hacia arriba y de arriba abajo. Todo vuelve al inicio, el espiral de la vida social se devuelve. El fuego continúa, pero esta vez contra sus ciudadanos/as. Valparaíso no deja de arder, los castigos continúan. Nos tienen respirando gases tóxicos y humo hace un mes. La nueva constitución y hacia dónde se dirigirá la misma será un desafío enorme, nos quieren cansar, envenenar, amedrentar y atemorizar.

Lo que sigue es la participación, la disputa del mundo de las ideas y afectos por las mismas. La pasión por la realización de ver la transformación de este experimento latinoamericano neoliberal en otra cosa, la pasión porque esa cosa logre esculpirse con una distribución equitativa de la riqueza y del poder. Sólo espero que esta vez seamos más personas quienes nos sumemos a cimentar las bases de una nueva constitución, pero por sobre todo del tan hablado “poder constituyente”.

Hay que tejer redes, vincularnos con movimientos sociales que llevan años de praxis activista y de estudiar problemáticas, levantar propuestas, dinamizar espacios de encuentros con vecinas/os, diversificar la participación de las y los sujetos allí presentes. Repensarnos cívicamente, pero por sobre todo afectivamente. El llamado es a cuidar los espacios que abrimos, esta no es sólo una revolución de fuego y sangre. De imposición de paz y cooptación de discursos.

Ante todo, y lo que no debemos dejar son las calles, ni el portal de activación de la vida política (relaciones de poder entre personas) que se abrió para que la dignidad se haga costumbre, en reciprocidad con los ecosistemas, con la biodiversidad. Para que la depresión no sea la norma de nuestra cultura, los cuidados por los otros/as/es -personas, animales, entorno en general- tienen que ser ejes centrales, el ethos de nuestra sociedad. En palabras de Segato resulta urgente la domesticación de la vida pública, cuidar y vincularnos afectivamente como lo primordial. Tales propuestas son trascendentales en filosofías feministas latinoamericanas, ecofeministas, indigenistas, entre otras. Literatura hay bastante, experiencias de habitar de manera digna, en convivencia y amabilidad con el entorno también. Todas las personas tenemos algo que aportar allí. Es tiempo de aprender, reconocernos y restablecer vínculos. Construir comunidad ha sido el acto revolucionario de mayor profundidad que tenemos a nuestro favor durante este mes de dolor, euforia, rabia y alegre rebeldía.

Este construir comunidad ha generado:

– Salir del individualismo alienante que tenía a la mayoría de las personas totalmente pendientes sólo de su realidad particular.

– Activarnos políticamente, pensarnos más allá de meros consumidores/as, y querer tener una mayor participación acerca de cómo levantamos una sociedad que diga basta a las injusticias y desigualdades económicas y de oportunidades.

– Sed de aprendizaje, intención de reunirnos en torno a una temática, dialogar, retroalimentarnos y formarnos en diversos temas y así lograr una participación más activa.

– Recuperación del tiempo en familia o con amigos/as, debido a las cortas jornadas laborales o escolares producto de manifestaciones y protestas. Cambio en la percepción de la importancia de estar en grupos afectivos, no sólo productivos pecuniariamente.

– Valoración y resignificación de “lo político” en la vida cotidiana. Comprender que el ejercicio de transformación de una sociedad o cultura más equitativa es responsabilidad de todes, y que los cambios están en nuestras manos si logramos organizarnos.

Pese a la falta de empatía ante el Chile segregado, herencia de la dictadura cívico-militar y criminalización de la protesta que han intentado instalar a punta de montajes. Es necesario seguir organizándonos, articularnos de manera afectiva, trabajar el machismo patriarcal que llevamos dentro, para que la dignidad esté presente en nuestras vidas no sólo en los discursos de quienes dicen nos “representan” o quienes vendrán más adelante, sino para que nuestro cuerpo y relación con el entorno también asuma esa transformación. Tras este mes de lucha nos sentimos más dignas, más dignos, porque dejamos de callar, porque estallamos al fin y gritamos al unísono la relación de violencia sistemática y deuda histórica que tiene el Estado, sus gobiernos y gestores para con las personas y los seres no humanos.

El pueblo de Chile, con toda su diversidad de cuerpos danzantes revolucionarias, es más digno que hace un mes. Y es importante aferrarnos a esa idea, para que las muertes y vejaciones de derechos humanxs no sean en vano. Para continuar y no perder el horizonte ni sentido de las movilizaciones. Para no perder de vista la comunidad que todes forjamos a diario, y que la misma no pasa necesariamente por los acuerdos de hombres blancos heterosexuales y cuatro mujeres que poco y nada representan al clamor popular. Sino que el poder constituyente, está precisamente en cada uno de nosotras, en tanto logramos tejer redes y sembrar sentidos comunes alejados de los valores neoliberales-extractivos, que tanto daño han hecho, como también los discursos de odio racistas, homolesbotransfóbicos o discriminatorios en general. La normalidad no prendió, en lo profundo de nuestra cultura algo se movió, una pequeña llama violeta encendió, a no dejar que se apague. Será arduo, a no decaer hermanas, compañerxs, queda mucho todavía.

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