El Arrebato

Periodismo desde las Entrañas

¿Por qué dejaste de hablar de Palestina?

Captura de Pantalla 2025 10 26 a las 17.24.02 edited

Por Diego Verdejo Cariaga

Sociólogo, Magíster en Análisis Sistémico y candidato a doctor en Ciencias Sociales

Hubo un tiempo —no hace mucho— en que la franja de Gaza llenaba los muros digitales y las calles. Las imágenes del horror circulaban con una intensidad casi litúrgica, como si compartirlas fuera un acto de fe. Pero la fe mediática tiene la duración de un algoritmo. Hoy, ese clamor ha sido desplazado por la lógica del scroll infinito: nada desaparece del todo, solo se hunde en la profundidad de la pantalla. Lo que antes nos estremecía, ahora simplemente no nos aparece.

Los medios de comunicación y las redes sociales han sustituido la memoria por la modulación. No se trata de censura en su forma clásica, sino de algo más sutil: una economía de la atención que decide qué merece ser visible. El algoritmo —ese nuevo editor universal— no elimina el acontecimiento; lo disuelve entre la viralidad y el olvido. Así, el genocidio se vuelve un contenido más, administrado por una maquinaria que convierte el sufrimiento en flujo y el compromiso en gesto.

Y sin embargo, sigue siendo necesario hablar de Palestina. Porque mientras el mundo parece dejar de mirar, el conflicto no se ha hecho más leve. Por ejemplo: el pasado 25 de octubre de 2025, las fuerzas de Israel lanzaron un “ataque dirigido” en el centro de Gaza, afirmando que tenían como blanco a un miembro de la Yihad Islámica Palestina acusado de planificar acciones contra tropas israelíes; los testigos relataron proyectiles y fuego de tanques que alcanzaron zonas de la ciudad. En paralelo, continúan escalando los ataques de colonos israelíes y operaciones militares en la Cisjordania ocupada, lo que refuerza la sensación de que el estatuto de excepción es norma. Y más inquietante aún: la instalación de una “línea amarilla” de contención en Gaza —marcada cada 200 metros con barreras— corre el riesgo de convertirse en una nueva frontera de facto, sembrando el terreno para una anexión silenciosa. 

La desaparición del tema palestino en la conversación pública no refleja una menor gravedad de los hechos, sino la eficacia de un régimen semiótico que administra la sensibilidad. Hoy el algoritmo cumple la función que antes cumplía la propaganda: fabricar realidades posibles y borrar las imposibles. No hay silencio, hay saturación. Y en esa saturación, el dolor del otro se vuelve ruido.

Tal vez el problema no sea que dejamos de hablar de Palestina, sino que aprendimos a hacerlo del modo en que el sistema espera que lo hagamos: rápido, indignado, efímero. Cada publicación en redes parece un pequeño ritual de absolución, una manera de mantenernos limpios frente al desastre. Pero ¿qué tipo de sujeto produce ese gesto? Un sujeto que se emociona, pero no se organiza; que se indigna, pero no resiste. La empatía digital no es necesariamente falsa, pero sí está programada para ser interrumpida.

Este tipo de olvido no es inocente. Cuando el debate desaparece de la pantalla, se abre espacio para que se instale otro orden de visibilidad: el del poder, que define qué cuerpos importan y qué cuerpos pueden seguir invisibles. Defender la causa palestina no puede reducirse a un hashtag o a un instante de lucidez moral. Implica también cuestionar las formas en que nuestras propias subjetividades se han sido colonizadas por la lógica del rendimiento, la inmediatez y la exposición.

Quizás el primer gesto político hoy no sea hablar más fuerte, sino aprender a escuchar lo que el algoritmo no reproduce. Escuchar la vida suspendida en los márgenes, la destrucción que no cabe en un formato de historia breve, el dolor que no se viraliza porque no produce engagement. Porque mientras millones de desplazados en Gaza esperan volver, mientras la mutilación de tejido social en Cisjordania avanza silenciosa, mientras se delinean nuevas fricciones geográficas —no accidentales, sino estructurales—, el silencio público no es la ausencia de conflicto: es la victoria del olvido.

Así que, ¿por qué dejaste de hablar de Palestina? Porque quizá te diste cuenta de que ya no era tan cómodo hablar. Porque el algoritmo lo hizo desaparecer de tu feed. Porque el clamor se volvió rutina y la rutina dejó de conmover. Pero también porque la batalla ya no es solo por los territorios y los cuerpos, sino por nuestras propias formas de aparecer. Y si queremos sostenernos como sujetos críticos ante la causa palestina, quizás debemos mirar cómo nuestra voz, nuestra presencia, también puede dejar de aparecer.

Compartir:
Suscribete
Notificar de
guest

0 Comments
Más antiguo
Más nuevo Más votado
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
0
Nos encantaría saber tu opinión, por favor comenta.x