El Arrebato

Periodismo desde las Entrañas

Poetas italianas del siglo XX: poesía y muerte en Antonia Pozzi y Amelia Rosselli

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Por Dafne Malvasi* (dafnemalvasi@gmail.com)

(Traductora en este artículo de los poemas del italiano al castellano).

Afirmarse a sí mismas, hasta negar la vida.
Encontrar una forma de autenticidad que pasa por el gesto extremo, un abandono del cuerpo como afirmación radical del alma. La vida, como tarea imposible; la escritura, como única salvación. En las poetas italianas Antonia Pozzi (1912–1938) y Amelia Rosselli (1930–1996), la poesía no es un adorno ni una disciplina: es una forma de subsistencia espiritual, un campo de resistencia frente a la devastación interior. Pero también es el escenario de un dolor tan abrumador que las palabras, a veces, parecen no bastar.

El siglo XX europeo es un siglo de fracturas: guerras, regímenes totalitarios, familias devastadas, mujeres obligadas a vivir entre silencios heredados y márgenes impuestos. En ese contexto, la voz poética de mujeres como Pozzi y Rosselli irrumpe con una intensidad que todavía hoy nos conmueve y desarma.

ANTONIA POZZI: EL SILENCIO COMO HERENCIA

Antonia Pozzi nació en Milán en 1912, en el seno de una familia aristocrática y culta. Hija de un abogado prestigioso y una madre distante, creció en un ambiente intelectual, estudiando filosofía y literatura. Fue discípula del filósofo Antonio Banfi y amiga de la fotógrafa Lucia Bozzetti. Desde joven, escribió poemas en cuadernos que escondía. Se suicidó a los 26 años, en diciembre de 1938, poco antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial. Su obra fue publicada póstumamente, y muchos de sus poemas fueron censurados por su padre, quien intentó ocultar la dimensión trágica y rebelde de su vida y pensamiento.

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Pozzi escribió desde una conciencia punzante de la soledad, la enfermedad (física y existencial), y el desencuentro con el amor. Su poesía está atravesada por una ternura hiriente y una espiritualidad laica, hecha de montañas, iglesias, neblinas, noches, huellas y ausencias.

En uno de sus poemas más conocidos, escribe:

“No tener un Dios / no tener una tumba / no tener ninguna certeza / tan sólo cosas vivas que se escapan.”

Pozzi busca refugio en la naturaleza, pero también en el silencio. Allí donde no hay consuelo, la palabra poética se convierte en un acto de espera, una forma de dignidad. Su cuerpo —como su obra— quedó entre paréntesis durante años. Solo a fines del siglo XX su poesía fue rescatada como un testimonio profundo de la conciencia femenina, en tensión con los mandatos sociales, afectivos y religiosos de su época.

Su suicidio no fue un gesto de rendición, sino una forma extrema de sinceridad.

Antonia no pudo aceptar la postura fascista de su padre; tampoco pudo aceptar la pérdida de sus compañeros por ser judíos.

En Pozzi, la poesía fue la forma más alta del amor: amor a la vida, precisamente por no poder sostenerla.

Antonia Pozzi 

”No tener un Dios

no tener una tumba

no tener ninguna certeza

tan sólo cosas vivas que se escapan.

Estar sin ayer

estar sin mañana

y estar en la nada

―ayuda―

para la miseria

que no tiene fin”.

”Abandonadas en los brazos de la oscuridad

montañas

me enseñan la espera:

al amanecer – iglesias

se convertirán en mis bosques.

Arderé – cirio sobre las flores de otoño

aturdida por el sol“.

“Tener dos grandes alas de sombra

y doblarlas sobre esta pena tuya:

ser sombra, paz

nocturna

en torno de tu apagada

sonrisa”.

AMELIA ROSSELLI: LA LENGUA HERIDA

Amelia Rosselli nació en París en 1930, hija del político antifascista Carlo Rosselli, asesinado junto a su hermano Nello por agentes fascistas cuando Amelia tenía apenas siete años. Vivió el exilio desde la infancia: Francia, Suiza, Inglaterra, Estados Unidos, y finalmente Italia, donde se instaló definitivamente en los años cincuenta. Políglota por herencia forzada, Rosselli escribía en italiano, inglés y francés, y su poesía se caracteriza por una fractura interna de la lengua, una sintaxis tensa, entrecortada, híbrida. Su obra es un campo de experimentación radical, atravesado por el trauma, la enfermedad mental, la incomunicación.

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En Rosselli, el lenguaje no se da por sentado: se construye en medio del derrumbe. Es una lengua que tartamudea, que muerde el vacío. Que, al intentar decir, revela la imposibilidad misma del decir.

“Propongo un encuentro con la calavera / mantengo firme y constante / un desafío a la calavera (…)
Me disfracé de cura de la poesía / pero estaba muerta a la vida.”

Rosselli escribió desde la locura, desde el insomnio, desde la exclusión. Su poesía no consuela: desconcierta. Pero no hay en ella cinismo ni nihilismo, sino una desesperada fidelidad a la conciencia. Las palabras de Rosselli son heridas abiertas. Y sin embargo, son también ofrendas. En su voz conviven el fragmento y el delirio, la crítica política y el desarraigo íntimo. Su último gesto, como el de Pozzi, fue también un adiós: Rosselli se suicidó en 1996, arrojándose por una ventana en Roma.

Amelia Rosselli

“Hay como un dolor en la habitación, y

en parte está superado: pero vence el peso 

de los objetos, su significar

peso y pérdida.

Hay como un rojo en el árbol, pero es

el naranja en la base de la lámpara

comprada en lugares que no quiero recordar

porque ellos también pesan.

Como nada puedo saber de tu hambre

precisas en el querer son

las estilizadas fuentes

bien puede situarse el revés de un destino

de hombres separados por un oblicuo sonido”.

“Propongo un encuentro con la calavera,

un desafío a la calavera

mantengo firme y constante

encerrada en la fe imposible

el amor propio

de las bestias.

Cada día de su existencia inexplicable

palabras mudas en fila”.

“Las flores llegan en dones y después

se dilatan

una vigilancia aguda las silencia

no cansarse jamás de los dones.

El mundo es un diente arrancado

no me pregunten por qué

hoy tengo tantos años

la lluvia es estéril.

Apuntando a semillas destruidas

eras la unión marchita que buscaba

robar el corazón de otro para después

usarlo.

La esperanza es un daño quizás definitivo

las monedas resuenan crudas en el

mármol

de la mano.

Convencía al monstruo de que se

escondiera

en los cuartos limpios de un albergue

imaginario

había en el bosque pequeñas víboras

embalsamadas.

Me disfracé de cura de la poesía

pero estaba muerta a la vida

las vísceras que se pierden

en el barullo

mueres barrido por la ciencia.

El mundo es sutil y plano:

deambulan allí pocos elefantes, obtusos”.

POESÍA Y MUERTE: DOS ACTOS DE LUCIDEZ

¿Qué une a estas dos mujeres, nacidas en décadas distintas, con estilos tan diferentes?
Pozzi escribe en el margen de la lírica clásica, con imágenes nítidas y una fe laica en la belleza. Rosselli dinamita la sintaxis, rompe la página, se instala en la disonancia.

Pero ambas comparten una ética de la escritura: escribir como único modo posible de decir “estoy viva”, aún al borde del colapso.

En ellas, la poesía es gesto y herida. Una tentativa de sentido en un mundo que ofrece poco consuelo. En ambas, la muerte aparece no como claudicación, sino como confirmación trágica de la imposibilidad de vivir bajo ciertas reglas impuestas.

Y sin embargo, la belleza de sus versos, su persistencia, nos sigue hablando. La poesía fue su forma de resistencia, y también su herencia. Ambas eligieron irse, pero dejaron abierta la puerta del lenguaje.

Leer a Pozzi y a Rosselli hoy es un acto de escucha amorosa.
Es recordar que hay palabras que no salvan la vida, pero sí la nombran con una fidelidad que el mundo no siempre merece.

______________________

*Dafne Malvasi
Poeta, docente y traductora italiana radicada en Santiago de Chile.

Licenciada en Lenguas y Literaturas Extranjeras por la Università Orientale di Napoli, con una tesis en “Historia de América Latina”, complementado por una maestría en “Igualdad de Género e Inclusión de la Diversidad”.

Su trabajo cruza poesía, historia, memoria y traducción, con un especial énfasis en las narrativas femeninas como práctica de resistencia cultural. En 2021 recibió el Premio Internacional Trienal La Donna si racconta, en reconocimiento a su labor literaria.

En 2024 publicó su primer libro bilingüe de poesía, Antes del alba (Ediciones Andesgraund), que cuenta con una segunda edición ampliada con traducción al portugués, consolidando su proyección en el ámbito internacional.

Actualmente realiza talleres personalizados de poesía, tanto presenciales como en línea, orientados a quienes deseen explorar su voz, corregir un libro o conjunto de poemas, o profundizar en literatura y escritura creativa. 



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