El arte de Carrie Bencardino: “Para mí, el sentirse inadecuadx es una forma política de habitar el mundo”

Su muestra “El desentierro del diablo”, llegó al Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA) en lo que definió como “un momento de crisis de la imaginación”. Todo esto, en el contexto social y político de una Argentina gobernada por la ultraderecha de Javier Milei. En conversación con El Arrebato, deconstruyó sus motivaciones, asegurando que “es una elección estar en la parte del camino torcido”. Asimismo, abordó lo que llamó la “funa libertaria”, desencadenada en redes sociales por uno de los cuadros de su exposición: “Yo represento todo lo que los fachos odian. Soy una persona queer, tengo el pelo naranja, hablo con la ‘e’. Por eso las redes, para mí, no son un territorio de batalla”.
Por Jimena Améstica Zavala
Años atrás, Carrie Bencardino, tardaba cerca de tres horas en llegar hasta la Universidad Nacional de las Artes desde su casa en Pilar, en el conurbano de Buenos Aires, Argentina. Todo ese tiempo deambulando entre la ciudad y su facultad, le permitió acceder a un mundo de realidades, las que serían sus insumos a la hora de entremezclar la política con su oficio de artista visual. En julio de 2025, llegó al Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires con su primera muestra institucional: “El desentierro del diablo”, exposición que aseguró, se inspiró en las imágenes, sentimientos y en las pesadillas que le marcaron durante la adolescencia.
Como artista no binarie, contó que su obra se ha basado en la estética de las comunidades queer de su generación, así como también los códigos visuales de las escenas contraculturales, el cómic, la ilustración y el imaginario fantástico literario. Procesa y distorsiona estas referencias digitalmente, y a partir de esas nuevas imágenes elabora sus pinturas. Según se describe en las bases de su trabajo, optó por un posicionamiento crítico sobre la circulación y la reapropiación de las imágenes en la era contemporánea, donde las fuentes y referentes visuales se multiplican, se entremezclan y se transforman constantemente.
“Desde muy chiquite que siempre fui bastante creative. He tenido contacto con el dibujo, jugaba mucho, con mucha imaginación. Pero pintar es algo que descubrí en mi último año de secundaria y fue un amor instantáneo y mágico”, recordó.
“A nivel artístico y visual me rompieron la cabeza los surrealistas y dadaístas”, añadió, reconociendo que una de las obras que forma parte de la muestra “habla sobre el surrealismo como un primer amor artístico”. Pero con la música también estableció un lugar donde “purgar ciertas rabias, frustraciones, tristezas. Siempre me gustó el punk, todos los derivados del metal, el rock alternativo”.

La conexión con los activismos políticos llegaría en la facultad de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Buenos Aires, donde se empapó de la lucha por el aborto legal y participó en agrupaciones de izquierda. “Ahí empezó un poco todo. Y es algo que forma parte de mi día a día, los microactivismos. Lo político es muy indisoluble de la práctica artística, porque hay una fuerza que de alguna manera potencia la energía creativa”, aseguró.
“Para mí, los sujetos que se sienten inadecuados en este mundo me parece que son los más atrayentes. Es una elección estar en la parte del camino torcido. El sentirse inadecuado para mí es una forma política de habitar el mundo. Entonces, confío en esas personas que inventan otros posibles porque las formas en que están dadas las cosas no les sirven”, replicó.
LA ULTRADERECHA EN ARGENTINA
Llevar a la tela todas esas influencias significó un cambio a lo largo de los años, pero terminó reflejando un arte caracterizado por aquellas existencias rebeldes que chocan con los bordes de lo que no es aceptado socialmente. “Pasé muchos años pintando metaleros en medio de pogos, después empecé con la escena queer porteña, personalidades de la noche que me encontraba frecuentemente saliendo (…) esas existencias siempre tienden a armar comunidad. Estas comunidades alternativas logran crear espacios que funcionan como cobijo, lugares de apañe, alianza y de conspiración”.
Por ello, aseguró que los cuadros de su muestra en el MALBA, están impregnados de un contexto político en respuesta al ecosistema actual, luego del arribo de la ultraderecha a Argentina con el gobierno de Javier Milei. Se sinceró al respecto, asegurando que ha sido “lo peor que me ha tocado vivir en toda mi vida”.

“El contexto es muy avasallante y aplastante e intenta aniquilar esto de hacer comunidad, disolver los vínculos entre las personas, promoviendo un individualismo asqueroso. Son microfascismos que se van metiendo, punitivismos. Estamos en un momento histórico que atenta contra todo estos. Pero existe la colectividad, si no fuera así, sería imposible soportar tanta crueldad”, replicó.
Lo que ve como un escenario “realmente destructivo”, fue la base y el “germen para pensar la muestra para el museo”. Carrie, preció que todo “partió de la idea de reconocer que estamos en un momento de crisis de la imaginación. Cuando el contexto es tan aplastante es muy difícil poder imaginar otros posibles, porque el cuerpo y la cabeza están viviendo el presente y sufriendo. Por eso, creo que el arte es una forma de ensayar posibilidades que luego se trasladan a las acciones de la vida real”.
LIENZO EN BLANCO
Cuando el MALBA le extendió la invitación para presentar su obra, Bencardino se vio en una “crisis total”, cayendo en la cuenta de que su “lienzo en blanco” derivaba de forma directa del contexto político y social actual.
“No se me ocurría qué hacer frente al lienzo en blanco. Y pensé que no era casual, porque este contexto además, viene muy aliado a la tecnología, a la sobresaturación de información, a las redes sociales y la forma de usarlas. Son todas herramientas de la ultraderecha que termina algoritmisándonos el cerebro y haciendo que sea muy dificil imaginar. De ahí parten las obras de esta exposición”, precisó.

En esa confusión, inició una investigación personal que le llevó a volver atrás y revisar las primeras imágenes que prendieron su “chispa creativa” cuando era más joven. “De ahí es que aparecen muchas referencias a ilustraciones de libros, imágenes religiosas por mi crianza cristiana como las vírgenes de los lamentos. Hay imágenes de fuentes muy variadas“, describió.
A toda esa inspiración material, también sumó los simbolismos del propio “sentir adolescente”. Con él se conectó para crear algo nuevo. “La adolescencia es un momento importante en el sentido de la no domesticación del ser (…) cuando se es adolescente, se es insolente, no se pide permiso, se sigue el deseo y ya. Eso para mí es algo fundamental para recuperar. Así decidí agarrar imágenes preexistentes, distorcionarlas, hacer recortes, que todo pareciera como un gran collage de pensamientos”, mencionó.

Desde su taller en el Parque Patricios de Buenos Aires, donde comparte con otros 15 artistas, develó las conversaciones que sostuvo con el curador de su muestra, Carlos Gutiérrez. En los meses de preparación de la exposición, concluyeron que debía “empezar a pensar en clave onírica”. Así, zanjó el combate con su inspiración y vio “a los sueños como un territorio donde el inconsciente permanece ingobernado, como un territorio a defender. Cuando uno suelta las riendas del control aparecen las pesadillas y afloran un montón de monstruos que para mí son esperanzadores y no han sido colonizados por el exterior”.
“OPINAR SUBIÉNDOSE AL ODIO”
Según Carrie, el recibimiento de su trabajo ha venido como un “reconocimiento” con “unas formas muy tiernas”, después de muchos años de trabajo. Si bien, aseguró que no era algo que hubiese deseado con fervor, remarcó que “fue muy hermoso haber pasado estos años pintando sin parar, de mí para mí, y que de repente llegara esta invitación. Fue increíble”.
Pero este proceso también ha tenido sinsabores. Uno de ellos se manifestó a pocos días de haber inaugurado la exposición en julio de este año, cuando el artista Gustavo Cabral, conocido como Ciruelo, usó sus redes sociales para decir que una de las obras de Bencardino era “muy parecida” a una de sus pinturas. Sin mencionarla, ni mediando una comunicación en persona para hablar de su incomodidad, dejó que la polémica creciera en internet y se tiñó de mensajes de odio contra la artista.
“Era tan absurdo y anticuado el planteo”, reflexiona hoy Carrie, manifestando que “el primer hecho que está mal en toda esta situación fue la forma de resolver – o no resolver, mejor dicho- un conflicto o una duda, algo que hace ruido. Yo habría esperado que una persona madura intentara tener una conversación por privado”.
“Necesito que se entienda lo violento de la situación, de que un hombre me exponga de esa manera, cuando podría haberme escrito por privado o comunicarse con el museo. Y ni hablar de la desventaja de recorrido. La verdad es que hacerle eso a una artista queer, emergente, que está en el mejor punto de su carrera después de años de esfuerzo, me parece un nivel de injusticia y crueldad”, remarcó.

Incluso, aseguró que si Ciruelo le hubiese manifestado su molestia “no habría tenido problemas en descolgar el cuadro (…) soy una persona empática. Ahora, así, mediante un escrache cobarde, sin mencionarme, con la gente a un click de descubrir quién soy”.
Y así fue, recibió decenas de mensajes de odio que traspasaron la mera crítica artística. Sin embargo, a pesar de ello, decidió no explicar su obra, insistiendo en que “el debate sobre la autoría en el arte contemporáneo es un tema saldadísimo. Es un tema anticuado, aburrido. Información sobre la forma en que yo trabajo artísticamente hay muchísima, hace años pinto tapas de discos, iconografías de bandas. No hay que ser muy genio para darse cuenta el tipo de operaciones que realizo”.
Además, insistió en que “opinar subiéndose al odio me parece genuinamente de policía. No hay un interés real por una cuestión artística, estética o museística, es la acción punitiva inherente a la sociedad que siempre está esperando la ocasión para sacar el dedo y pulsar el 911. La gente tiene un morbo y un deseo por el castigo”, reflexionó.
Sobre las razones centrales de toda la situación, Bencardino insistió en que siempre supo que un día enfrentaría una “funa libertaria”: “Yo represento todo lo que los fachos odian. Soy una persona queer, tengo el pelo naranja, hablo con la ‘e’. Por eso las redes, para mí, no son un territorio de batalla”, zanjó.