¿Y dónde está la Filosofía?

“La filosofía me sirve para reconocer mi ignorancia. Pero no es necesaria toda una doctrina para darme cuenta de que no sé nada, en el fondo. Tampoco nos vayamos en la volá, para decirlo en la bella lengua de mi siglo, porque seguimos en el mismo lugar: ¿Qué es la filosofía? Qué voy a saber yo, ni siquiera sé citar en APA. Quizás la respuesta esté en la misma pregunta, o en el movimiento de un reflexionar, en el disolver la cara con la arena de la verdad, en la virtud de la sabiduría tan total al momento de pensar, en el menear de las neuronas que se produce al escuchar la entonación interrogativa“.
Por Selva Ausente
Me hubiera gustado mucho estudiar filosofía. Es que me encanta. Bueno, pero aquí estamos. Entonces, ¿qué es la filosofía? No sé. Ah, estamos bien. Ejemplo típico: amor y sabiduría, dos palabras. Filosofía, una. ¿Qué pasó ahí? No sé tampoco.
¿Estoy haciendo filosofía? No, porque la filosofía es otra cosa. ¿Entonces qué es? No sé, amar a la sabiduría, ateniéndonos a la etimología, pero ¿se puede amar algo que no se tiene? Porque la sabiduría me es imposible alcanzarla, ahora, con mis dieciocho años. Me es físicamente imposible. Entonces, no podría yo hacer filosofía. ¿O sí? Si en realidad se amase solo lo que no se posee… O no sólo, sino también.
No poseo sabiduría, por lo tanto, la busco, la admiro, la amo. Ad miraris, maravillarse con algo. Eso es. La filosofía me maravilla, me agarra por otro lado, no me suelta. Me rima con epifanía. Es como si se me presentaran revelaciones dentro de las flores, dentro de esencias, o cosas místicas. Como si, en la cotidianeidad de la palabra, pudiera yo encontrar preguntas eternas que responden a la condición humana, que sirven de llaves para acceder a la inaccesibilidad de los secretos humanos.
La filosofía me sirve para reconocer mi ignorancia. Pero no es necesaria toda una doctrina para darme cuenta de que no sé nada, en el fondo. Tampoco nos vayamos en la volá, para decirlo en la bella lengua de mi siglo, porque seguimos en el mismo lugar: ¿Qué es la filosofía? Qué voy a saber yo, ni siquiera sé citar en APA. Quizás la respuesta esté en la misma pregunta, o en el movimiento de un reflexionar, en el disolver la cara con la arena de la verdad, en la virtud de la sabiduría tan total al momento de pensar, en el menear de las neuronas que se produce al escuchar la entonación interrogativa.
Pero un carnaval de neuronas lo puede producir cualquier sustancia. El hecho asombroso es que también lo puede provocar el escuchar con los ojos las palabras proferidas por un Platón, o sentarse a pensar sobre algo, o preguntarse reflexivamente. Puede que por esto la filosofía sea una actividad inconveniente. Nos obliga a parar un poco, en la vorágine de las respuestas inmediatas, en la contingencia de inteligencias sucedáneas. La filosofía nos hace tomar un respiro, pensar, darle otra vuelta a una cosa que nos parecía obvia, que nos parecía el único camino. Eso: la filosofía nos abre caminos a medida que se abre el entendimiento.
¿Qué es la filosofía? Esa pregunta no la puedo responder. Pregúnteselo a alguien más. Porque definir es poner un fin: delimitar, poner un límite, denominar, poner nombre. A la filosofía dejémosla así. Ya habrá muchos franchutes que la habrán definido anteriormente y de mejor manera que yo. Creo que lo pertinente ahora, más que construir cercas conceptuales, es en realidad, cultivar los campos abiertos del pensamiento. La filosofía, para mí, es como la U de Conce: no tiene rejas.
Muy bonito todo, pero estamos en Santiago, en la Universidad de Chile, en Barrio Bellavista, con evidentes rejas erguidas alrededor del frontispicio. Bueno, por eso quizás se me insta a definir este concepto, pero me niego, de forma rotunda, como el pan, a dar una definición de la filosofía.¿Y dónde está la filosofía? A veces se la encuentra en las inquisiciones infantiles con su innata duda metódica. El “¿por qué?” tan simple como existencial. Pero otras veces el quehacer filosófico se convierte en una producción masiva de subjetividades examinadas: salir del colegio para entrar a la universidad, para hacer un magíster, para hacer un doctorado, para hacer un postdoctorado, para escribir papers que solamente van a leer tres personas. Eso es fome, desmotiva, lleva a las estudiantes a estudiar Derecho, a veces.
Al menos yo amo esa amalgama que se produce entre las humanidades, esos textos heteróclitos y bellos que se producen cuando la poesía y la filosofía se juntan, pero esto me lleva a conflictos también, en mi afán de no querer definir las cosas tiendo a perderme un poco ¿Por qué lo que hace Kant es filosofía y lo que hace Borges es literatura? O bien, ¿Por qué lo que hace Diógenes es filosofía y lo que hace el vagabundo afuera de la universidad es otra cosa? Ahí hay un límite difuso que no quiero demarcar, en perjuicio de la tarea asignada y a favor de mi integridad intelectual. Entonces, ¿qué es la filosofía? No sé, pero me encanta.