#Apruebo: una acción de reparación simbólica
“Queda claro que no se trata de institucionalizar los derechos neoliberales y heteropatriarcales en la sociedad, ni de hegemonizar los afectos en una nueva constitución. Más bien es, para algunas disidencias sexuales, hacernos cargo con alegoría de un pasado político fundado en injusticias sociales, y violencia militar, económica y política”.
Por Fabiola Tello vía Revista Multitudes Periféricas
“América fue sometida al más brutal sistema de colonización experimentado en época histórica; por lo tanto, es imposible analizar sus sistemas de relaciones sexo/genéricas sin tomar en cuenta que todos los pueblos americanos fueron avasallados por el ordenamiento jerárquico y discriminativo de una Modernidad católica, sexista, capitalista y colonizadora que se reivindicó universal. La historia de la represión de las sexualidades que no correspondían al ordenamiento heterosexual y matrimonial del catolicismo colonial ha sido documentada”.
Francesca Gargallo Celentani
En noviembre del año pasado, posterior a la Revuelta Social invocada por secundarixs con el llamado a #EVADIR NO PAGAR OTRA FORMA DE LUCHAR, la elite política chilena acordó plebiscitar una nueva Constitución y el órgano que debiera redactarla. A pocos días de iniciar este proceso social, político, y principalmente histórico como uno de los más intensos y cuestionados desde el fin de la última dictadura cívico militar en Chile, algunas disidencias sexuales resistiremos a los efectos del pinochetismo y su violencia social, económica y militar desde el sufragio. Un símbolo de dignificación y reparación simbólica.
Aunque las disidencias sexuales se sitúen también desde una perspectiva anticolonial, emplazando históricamente la institucionalización de las demandas de la diversidad sexual, cuyas políticas se ven hegemonizadas por la gestión de los gobiernos, darle vueltas al asunto del destino político socialmente compartido no es una traición. Más bien propone un ejercicio de corresponsabilidad ante los esfuerzos insurrectos de una Abya Yala que, desde hace más de 500 años, persiste y dignifica la memoria política de todos lxs territorixs saqueados en nuestro hemisferio sur. Se apañan las tierras, las aguas, el fuego y lxs cuerpxs.
Esta larga data de ocupación, inquisición y explotación es el cimiento de la frustración colectiva que explotó en octubre del 2019, y que dejó a quienes concentran en sus manos el poder político de Chile, pactando un nuevo escape. Los responsables de la violencia histórica otra vez quedaron impunes.
No es una crisis social, es el levantamiento de lxs territorixs oprimidxs.
La política formal conservadora de tradición tirana llevó a ciertos sectores sociales, entre ellos las disidencias sexuales, a interseccionar contra la añorada normalidad irrumpida por el alzamiento de lxs territorixs torturados por la política oficial. Y aunque ya nadie cree en el mal menor, es mejor, es en este contexto, sumarse a la resistencia sabiendo que “las herramientas del amo nunca desmontarán la casa del amo[1]”.
La institucionalización de los derechos de las disidencias sexuales no pueden ser comprendidos como criterio único para la destrucción de los sistemas de producción, distribución y consumo de lxs territorixs. Difícilmente se lograrán cambios profundos. Pero si las diversidades sexuales han sido reconocidas dentro del sistema jurídico, es resultado de décadas de lucha social por el derecho a la despatologización, contra la crisis del VIH/sida y más recientemente por una ley antidiscriminación y el derecho a una ley de identidad de género y de unión civil. Fuera de la discusión han quedado los derechos filiativos, los derechos a salud integral de las disidencias, la educación no sexista, la vivienda, el trabajo digno, el derecho a la identidad –o no-, el trabajo sexual, la niñez y adolescencia disidente, el derecho de los pueblos y emigrantes.
¿Dónde cabe, entonces, la autonomía de las sexualidad y los afectos en esta nueva constitución?
Si algunas disidencias sexuales queremos hacer frente a este proceso desde la participación, lo hacemos mediante la cooperatividad afectiva.
Porque comprendemos que las sexualidades, los afectos y los saberes, y que la división social sexo/genérica situó a los varones en espacio público, a las mujeres en lo privado y en la reproducción humana y, a las disidencias sexuales en una esfera de lo monstruoso, de lo enfermo, del pecado, sabemos que sobre estos fundamentos postcoloniales pretenden seguir gobernando. Y nosotrxs negándonos a este gobierno.
Entonces, si el #apruebo es un acción de reparación simbólica, queda claro que no se trata de institucionalizar los derechos neoliberales y heteropatriarcales en la sociedad, ni de hegemonizar los afectos en una nueva constitución. Más bien es, para algunas disidencias sexuales, hacernos cargo con alegoría de un pasado político fundado en injusticias sociales, y violencia militar, económica y política.
Queda claro que mientras el modelo no se toque, y sigamos sumisxs ante los gobiernos injustos e impunes, lxs que resisten y resistieron a toda dominación y herencia colonial seguirán condenados a la barbaridad de la injusticia y horrores impunes. No olvidemos que la violencia de Estado mutiló, mató, torturó, violó…