[COLUMNA] Tenemos que tener en cuenta una cosa en la vida: todo es pasajero

Por Paula Borredá

Todo es pasajero, porque al igual que tú, tu alrededor también va cambiando. Madura de forma diferente a ti y tiene que salvarse cogiendo unos caminos distintos a los tuyos. A todos nos van pasando cosas a lo largo de la vida, los días, las horas, y eso te hace construir una personalidad que, a final de cuentas, puede que ya no sea compatible contigo.

Sencillamente, hay veces que las personas hacen un click, explotan y no pueden más, llegando a desconfiar de todo lo que las rodea, incluso de las personas más cercanas.

En mi caso fue así. Me pasó con mi padre.

Recuerdo como si fuera ayer el día en que todo salió a la luz y descubrí, frente a mí, a un manipulador, ególatra e incluso sociópata. No podía entender cómo un padre podía ser capaz de hacer todo eso.

Quise pensar por un momento en quién era él, mirarlo como una persona antes que como un padre. Porque todos fallan todos los días, y no por tener un hijo cambian su forma de ser. Quise recoger momentos y analizar su vida antes de nosotras. Y ahí vi la demostración de su egoísmo, las pruebas de que iba antes que cualquier persona, ya fuera su mujer o sus hijas.

Y no le importó llevarse todo por delante, destruir una familia que, aunque en muchos momentos había estado rota, seguía siendo casa.

El día que salió todo a la luz, mis muros cayeron; con él, sus paredes. Todo mi mundo se derrumbó. Y pensé en otras como yo, a quienes también su padre les falló. ¿Cómo vuelves a ser la misma? ¿Cómo se vuelve a confiar en alguien? Era tu referente y lo idolatrabas como a nadie. Siempre había sido el ejemplo a seguir.

Por eso, a día de hoy, y con toda una historia marcada por expulsar de tu camino a alguien tan sumamente importante, dejas de aguantar hasta la mínima falta de respeto o algo que no merezca. Por ti, por tu protección. Y créeme, es normal sentirse así.

Lo que no es normal es que, sabiendo lo que has pasado, te hagan pensar que tú eres la responsable de todo; que, como estás rota, lo rompes todo. Hay que querer muy poco para esto, y así se demuestra.

Y llegas al punto final. Todo el mundo que has conocido hasta el día de hoy tiene un propósito en la vida: unos irse y otros quedarse. Y sí, todos vienen a enseñarte. Esa persona que se va y que no vuelves a cruzártela en la vida es por algo. Porque quien sale de tu vida tan fácilmente, simplemente no estaba destinada a estar.

¿Has visto esas amistades que has tenido durante años y han seguido ahí porque tú así lo has querido?Muchas veces has sido quien ha sostenido, e incluso, has aguantado lo inaguantable para que siguieran a tu lado. Pero en el momento en que te desprendes, como cuando te quitas el sujetador y se sueltan tus tetas al entrar a casa, se caen.

Y así es como siempre has sido: un wonderbra para tu mundo, para tu gente, para tus “amigos”. Has sido como ese sujetador con relleno bien apretado y con la cinta de los enganches bien ancha: que no se note, que esté bien firme.

Pero al final lo dejas cuando no puedes más; cuando te pesa y te desgasta. Así es como se va cerrando el círculo. Hay veces que te sorprenderás de quién se retirará cuando ya no intereses, y también de quién, de la nada, regresará y valorará quién eres. Te querrá al natural y no serás solo un objeto en el que llorar y vomitar todo lo que se lleva dentro.

Simplemente, va a querer compartir contigo todo lo bueno que te pase; va a estar a tu lado, a pesar de que haga meses o incluso años que no estés presente de forma asidua. Y no, te repito: no eres tú el problema, no es que seas demasiado intensa, no es que seas pesada, no es que seas una desequilibrada. Eres una persona que siente un poquito más, que carga con lo que pesa, y quien te quiera de verdad te va a querer así.

La molestia será ese escombro de gente que solo hace ruido, pero pocas nueces.