El Arrebato

Periodismo desde las Entrañas

[Una crítica al film “Mis hermanos sueñan despiertos”] “¿Tú creí que en 100 años más alguien se acuerde de nosotro’?

WEB OPINION MHSD CANALES HIEDRA

Por Joaquín Pérez Salvo

“Mis hermanos sueñan despiertos”, de la directora audiovisual mapuche Claudia Huaiquimilla, se ha consolidado como una de las obras más interesantes, a mi parecer, del cine nacional reciente. La cinta aborda con delicadeza y realismo la vida en un centro del Servicio Nacional de Menores (Sename), sumergiendo al espectador en una cotidianidad marcada por el encierro y el abandono. La directora logra construir un relato que es, al mismo tiempo, hermoso y desgarrador, invitando a reflexionar sobre la niñez vulnerada en Chile.

Uno de los elementos más destacados de la película es la autenticidad de las actuaciones. El elenco, compuesto en su mayoría por jóvenes actores, ofrece interpretaciones orgánicas que evitan caer en clichés o caricaturas forzadas de los arquetipos sociales. Aunque algunos rostros resultan familiares, no pertenecen al círculo típico del cine chileno de la última década, lo que aporta frescura y verosimilitud a la narrativa. Esta elección de casting refleja la visión acertada de la dirección de priorizar lo genuino sobre lo convencional.

El tratamiento visual de la película es simple, pero efectivo. La puesta en escena y los planos generales del recinto de reclusión no solo retratan el entorno físico, sino que también simbolizan la falta de esperanza y las barreras que enfrentan los personajes. La presencia constante de muros y rejas es contrastada con la representación del bosque, un espacio que sugiere la añorada libertad. Este contraste visual subraya la dualidad entre la opresión y la resistencia, dotando al relato de una profundidad simbólica que enriquece su mensaje.

La ausencia de figuras adultas protagonistas deja en claro el enfoque de la directora: contar la historia desde la mirada de la niñez. Los adultos aparecen esporádicamente, presentes principalmente para ilustrar la dicotomía y frustraciones del sistema. Este enfoque permite que la película se mantenga fiel a la perspectiva de los niños y adolescentes, cuyas voces rara vez son escuchadas en una sociedad aún adulto centrista.

El guión apuesta por la sencillez, con diálogos que resultan por su cotidianeidad y naturalidad, e inocencia, pero que dan pie a reflexiones complejas. En lugar de sobrecargar la historia con discursos rimbombantes, Huaiquimilla elige transmitir su mensaje mediante pequeños gestos y conversaciones, logrando un poderoso “menos es más” que potencia la autenticidad de la película. Así, el film nos enfrenta a la cruda realidad sin caer en lo explícito, dejando que el dolor y la esperanza surjan de forma natural en la pantalla.

El final es tan hermoso como devastador, marcando la búsqueda de libertad de los personajes en un desenlace que deja huella. La obra, se erige como una oda a las infancias olvidadas, un reflejo de la invisibilización que sufre hasta que una tragedia las pone en la mirada pública. “Mis hermanos sueñan despiertos”, nos invitan a soñar, como reza el título, pero también nos obligan a cuestionar un presente que perpetúa el sufrimiento.

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