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[COLUMNA] Deseo de maternidad y aborto: una mirada desde el cuento “Perejil y Coca-Cola” 

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Por Natalia Hurtado L. [Psicóloga clínica, feminista, experta en violencias de género]

A propósito de la actual discusión de la legalización del aborto en Chile, considerando la nueva propuesta del Gobierno “Aborto con plazos” y el alboroto político y social que este tema genera cada vez que se pone en la palestra (porque recordemos que para los movimientos feministas y muchas mujeres este tema es siempre prioritario) recordé el cuento de Dahlia de la Cerda, escritora mexicana, llamado “Perejil y Coca-Cola” del libro Perras de Reserva. Este es un relato encarnado que cuenta la experiencia de una joven mujer que decide abortar a propósito de un embarazo no deseado.

“Quizás creas que estoy exagerando porque un embarazo no deseado no es una calamidad, sin embargo, para mí sí lo era. Era la peor calamidad de mi existencia. Un maldito tsunami que destruía con su agua salada cada uno de mis sueños y metas e incluso saboteaba los errores que aún me faltaba cometer” (p.10).

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El libro de la autora mexicana es una compilación de trece cuentos.

La protagonista presenta insistentemente su deseo de no ser madre en ese momento desde un inicio del relato, una mujer que quiere y goza de su sexualidad sin la finalidad de ser madre:

“Soy esa clase de chica que suele usarse como argumento contra el aborto. La que sale y se acuesta con el primero que le habla bonito. Esa que mejor debería tomar anticonceptivos o ligarse las trompas o cerrar las piernas. Me dejo abrazar con fuerza por desconocidos. Me gusta la fiesta, ponerme muy borracha y hacer osos ahogada en alcohol” (p. 10).

La pluma de De la Cerda resulta sumamente interesante al presentarnos a una joven mujer protagonista que no se sienta arrepentida de su vida sexual y que tampoco vacila en torno a su decisión de abortar. No es una protagonista atormentada por la idea de terminar su embarazo no deseado, ella está lejos de ser esa mujer que nos imaginamos que decide abortar. Esa mujer, que sufre, que busca ayuda y no la encuentra, que termina confesando su terrible pecado y pagando sus culpas por abortar. Tampoco, es la mujer fría y descorazonada que tanto tiempo los medios nos han pintado de aquellas que deciden tomar este camino.  A ella, nuestra protagonista, le complica más el no tener dinero para comprar el misoprostol para realizarse un aborto, no encontrar una farmacia cercana o no seguir al pie de la letra las instrucciones que encuentra en internet:

“Probé con otras cinco farmacias: en las que no se requería prescripción médica el misoprostrol excedía mi presupuesto, mientras que en el resto la receta era obligatoria. Las lagrimas salieron solas y me dio una crisis de ansiedad. ‹ ¿Qué voy a hacer? ›, pensé” (p.11). 

Es decir, a ella le atormentan las condiciones materiales para llevar a cabo el procedimiento. Me parece que este cuento escenifica muy bien la incómoda experiencia de abortar en un país donde hacerlo no es legal, y a su vez, nos presenta brillantemente la diversidad de mujeres que podrían querer o decidir hacerlo. Aunque ese deseo, dista mucho de la factibilidad de realizarlo.

Sabemos que las condiciones estructurales y materiales son importantes, que ante las prácticas ilegales los riesgos son altos y que la ilegalidad promueve y produce prácticas poco amables para las mujeres “perejil en la vagina, lavativas vaginales de Coca-Cola con aspirina y zapote negro, té de ruda, té de orégano, té de anís estrella y picarse el útero con un gancho para la ropa” (p. 10), dejando algunas veces huellas psíquicas y corporales, “el dolor llegó, era como de una menstruación dolorosa pero no exagerada. Tomé ibuprofeno y me acosté en la cama con un trapo caliente sobre el vientre” (p.12). 

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Dahlia de la Cerda.

Tampoco es un relato en contra de las niñeces. Nadie acá odia a las niñas y niños, siguiendo la línea de Lina Meruane (2018): “No estoy en contra de la niñez…(estoy) en contra de el lugar que los hijos han ido ocupando en nuestro imaginario colectivo… en contra de la secreta fuerza de los hijos-tiranos” (p. 13), y que por consiguiente instala a las mujeres como mujer=madre, y que en caso contrario de ese destino “una mujer quede siempre incompleta (como si los hijos fueran una extensión de su cuerpo, un pedazo de su identidad, el modo de perfeccionar a ese ser informe y deficitario que sería ella)” (p.18).

El cuento no internaliza en el deseo de maternidad de la protagonista, pero sí nos presenta claramente que en el momento de la ocurrencia del cuento ella no quiere ser madre y por eso decide tomar cartas sobre el asunto. Nos presenta, que el deseo de maternidad puede ser fluctuante (Guyomard, 2023) y que no es univoco. Por eso decide abortar, a pesar de las precarias condiciones para llevar a cabo este acto, es una de las salidas de este no-deseo.  

NO NATURAL

El deseo de ser madre no es algo natural (Bydlowski, 2007), sino que implica un proceso “complejo en el que se encuentran los deseos conscientes de inmortalidad y de identificación con los padres que nos procedieron” (p. 97), en otras palabras, múltiples factores intrapsíquicos se ponen en juego al momento de decidir o no ser madre (en el caso que eso sea posible).

Así también, es ese deseo de maternidad el cual condiciona la psiquis de ese hijo por venir (Guyomard, 2013), permitiendo el bienestar y la existencia futura a ese infans. Pero, sería ingenuo pensar que en esta decisión los elementos sociales, las condiciones estructurales e institucionales de las sociedades y la cultura en la que vivimos no tengan un lugar o incidencia.

Al traer un hijo al mundo se espera que el encuentro con lo social otorgue algo de retorno, que exista un intercambio, traigo un hijo al mundo esperando que la cultura lo reciba. En este sentido, el contrato narcisista “designará lo que constituye el fundamento de toda posible relación sujeto-sociedad, individuo-conjunto, discurso singular- referente cultural (Aulagnier, 1975 p. 19).

De esta forma, en las condiciones actuales donde el limitado acceso a los cuidados estatales, los bajos sueldos y la explotación laboral son realidades materiales que condicionan que la proyección de ser madre sea cada vez más baja, que ese deseo cada vez se vea mermado. El intercambio parece ser cada vez más difícil. Así, en una sociedad en donde el abortar (como posible salida de un embarazo no deseado) no es legal genera que esa opción sea menos tomada. En otras palabras, menos mujeres abortan (aunque no deseen ser madres) debido al peligro y la ilegalidad del proceso. Básicamente, el intercambio se nos va a la pailas. Se traen hijos obligadas, la maternidad no es decidida y menos deseada.  

Como dijo la ministra Orellana en su momento “ninguna mujer se embaraza para abortar”. Este acto no es un deporte ni una adicción, es una decisión que debería ser libre, gratuita y segura. Y, para que esas tres cosas sucedan, se debe legalizar el aborto. La maternidad debe ser una decisión, no una imposición. Debe haber un deseo por ese otro ser por venir al mundo.  

No hay un solo tipo de mujer que quiera abortar, puede ser cualquiera. Cualquiera puede tener ese deseo de maternidad o no. Y, para que no tengamos que buscar esas precarias opciones para abortar en caso de que no esté el deseo, ese perejil o Coca-Cola, el aborto debe ser legal.

REFERENCIAS

Aulagnier, P. (1975). La violencia de la interpretación: del pictograma al enunciado. Buenos Aires, Argentina. Editorial: Amorrotu.

De la cerda, D. (2022). Perras de reserva. Ciudad de México. Editorial: Narrativa Sexto Piso.

Guyomard, D (2013). Nace una madre: del vínculo a la relación. Santiago de Chile. Editorial: Catalonia.

Meruane, L. (2018). Contra los hijos. Santiago. Editorial: Literatura Random House.



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