El Arrebato

Periodismo desde las Entrañas

No se patina en tumbas y otras historias de profanación

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Por Anemij Napalm

“Y nos gustan los problemas”, reza el eslogan de la banda de un punki veinteañero que esta semana se grabó (y publicó en sus historias de Instagram) sosteniendo en su mano derecha el cráneo de un difunto en el Cementerio General de Recoleta, en Santiago de Chile. De su nombre ya se sabe bastante, la funa social y los detalles que entregó la Policía de Investigaciones (PDI) poco después del escándalo ya están en todos los portales de noticias.

Acompañado de otros de sus amigos (o conocidos, ya se conocerán los detalles en la formalización), patinó (con una destreza cuestionable) sobre el mausoleo de Salvador Allende Gossens y dejó varios rayados. Rápidamente sus actos indignaron a la cúpula del Partido Socialista que calificó el hecho como un “ultraje” y una “ofensa a la historia”. Lo mismo desde la Municipalidad de Recoleta, donde el alcalde Fares Jadue habló de una “profanación cobarde”.

Al poco de publicar los videos en sus redes sociales los eliminó. Quizás impactado por el alcance que tuvieron. Porque mi joven punki, te gustan los problemas, pero suponemos que en algún momento de esa vorágine de éxtasis caíste en la cuenta de que tendrías que responder por ellos en un Tribunal de Garantía.

Y así fue, a la velocidad de los rayos gamma (300 mil kilómetros por segundo) los detectives allanaron tu casa. La prensa dijo que estuvieron cinco horas dentro. ¿Qué estarían haciendo ahí tanto tiempo? Podría especular en base a casos anteriores que han involucrado a seres de tu ralea. Seguramente se pasearon por tu pieza con ojo riguroso, revisando y poniendo en bolsas plásticas cada fanzine de cuneta o algunos de tus dibujos o escritos de tu cuaderno universitario Colón tapa roja. Si yo fuera policía también me saltaría la alarma de un eventual “nexo terrorista”. No me culpes, así somos en mi país.

Según se informó, antes de la profanación de las tumbas, el principal involucrado se encontraba en un velorio. Las cámaras de seguridad siguieron sus pasos, todos antecedentes que ya fueron recuperados por la policía para que el Ministerio Público realice la acusación en la audiencia de formalización. Asimismo, se confirmó que una de las tumbas profanadas pertenecía a Ernestina Pérez, la segunda mujer médico de Chile y Sudamérica.

POR AMOR A LA CIENCIA

La profanación de tumbas tiene una larga trama en la historia de la humanidad y los valores con los que se le ha juzgado siempre han estado permeados por una cuestión religiosa, moral e incluso sanitaria.

La obra del francés Thomas Louis- Vicent, autor de diversos estudios sobre la muerte y la antropología, podría explicar por qué el acto de profanar una tumba indigna y atrae juicios transversales. Según el académico, “todas las muertes de los miembros de un grupo social deben ser reconocidas, asimiladas y estructuradas en función del grupo social mismo, de manera que la muerte de cada uno de los integrantes de ese grupo adquiere un sentido que llega a involucrar a la sociedad completa o al menos a una fracción de la misma”.

Los límites sobre esta cuestión se difuminaban en determinados casos. Es conocida la práctica de Leonardo da Vinci pasado el año 1480, que amparado en su creciente fama tuvo acceso a la disección de cadáveres de criminales ejecutados o personas que morían sin ser reclamados por sus familiares. Siglos después (XVIII Y XIX) en el Reino Unido se nombra a los “Resurreccionistas”, ladrones de cadáveres que asaltaban los cementerios buscando cuerpos tiernos. Los vendían completos o por partes a anatomistas y cirujanos para práctica y estudio.

NOSTÁLGICOS DE MUSSOLINI Y UNA RECOMPENSA POR CHAPLIN

Y como en el Chile del 2025, los asaltos a las tumbas de figuras reconocidas no son una novedad. Le pasó al dictador italiano Benito Mussolini una noche de abril de 1946. Después de ser ejecutado por los partisanos en 1945, el líder fascista fue sepultado en una tumba sin nombre en el Cementerio Mayor de Milán, también conocido como cementerio Mussocco. Para evitar el peregrinaje de nostálgicos las autoridades del nuevo gobierno sólo identificaron la sepultura con el número 384.

Fue Domenico Leccisi, líder del Partido Fascista Republicano quien supo por un exsoldado alemán sobre el paradero de Mussolini. Según una revista italiana de la época, el 23 de abril, cuando regresaba a Milán en tren pasó por el cementerio y se dijo a sí mismo: “Tengo que sacarlo, no puedo dejarlo ahí”.

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Debido al contexto político, donde el país debía votar en un referéndum por monarquía o república, la policía actuó con rapidez y dejó la investigación del robo en manos de Vincenzo Agnesina. Después de descartar la participación de la familia, llegó hasta Leccisi en julio de 1946. Tras los interrogatorios se conocieron los nombres de sus cómplices, incluido el de dos padres franciscanos quienes exigieron para revelar el paradero del cuerpo que se le diera un entierro cristiano.

Mussolini fue encontrado en un baúl de madera al interior de un armario en una iglesia de la Cartuja de Pavía con un mensaje: “No abrir hasta el día del honroso y digno entierro de estos restos, que son de Benito Mussolini”. Pero el deambular del cuerpo no terminaría ahí, fue ocultado nuevamente debido a una serie de cuestiones políticas, hasta 1957 cuando fue sepultado en la cripta familiar en el cementerio de San Cassiano, en Predappio.

Veinte años después, pero en circunstancias opuestas, los restos del actor Charles Chaplin también fueron robados desde el pequeño cementerio del pueblo Corsier-Sur-Vevey, en Suiza. Esta vez, fueron dos ladrones: el polaco Roman Wardas y el búlgaro Gantscho Ganev, quienes trabajaban en el pueblo como mecánicos.

“La tumba está vacía. El ataúd se ha ido”, replicaba la policía.

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Los sujetos habían desenterrado el ataúd y pidieron a través de una llamada telefónica 400 mil libras (unos dos mil millones de pesos chilenos hoy) de rescate a la viuda del artista, Oona O’ Neill. “A Charlie le habría parecido ridículo”, replicó la mujer tras negarse a pagar.

Los detectives intervinieron el teléfono de los Chaplin y vigilaron 200 quioscos telefónicos por cinco semanas, hasta que lograron rastrear y arrestar a Wardas y Ganev. Los hombres confesaron que el féretro estaba enterrado en un campo de maíz junto al lago de Ginebra y buscaban “hacer caja” con el “secuestro”.

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Gato
6 días atrás

Los mas grandes culpables de estos ataques tumbescos son Edgar Alan Poe inspirador de peliculeros , ly os que escribieron historias de Frankistein.. Dicho con todo respeto Mister Edgar y perdonando la ortografia y la profanacion de su nombre. Igual me entretuve y hasta me rei en las matine del siglo pasado..

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