El Arrebato

Periodismo desde las Entrañas

María Soledad Rosas: el cuerpo de una mujer como botín de guerra

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Por Silvina Ojeda (@ojos.de.ojeda)

Fotoperiodista argentina

María Soledad Rosas tenía 23 años cuando el Estado italiano decidió marcar su cuerpo como territorio de castigo. Mujer, extranjera, joven y libre: un cóctel inaceptable para un sistema que criminaliza la desobediencia, sobre todo cuando proviene de una mujer.

Soledad llegó a Italia en 1997, con la inocencia de quien cree que el mundo es un espacio abierto para descubrir. No tardó en acercarse al movimiento okupa, donde la autogestión y la resistencia eran una forma de vida. Se instaló en el centro social El Barocchio, un espacio liberado en Turín, y allí encontró comunidad y amor. Pero el poder la estaba observando.

En 1998, la justicia italiana la señaló como terrorista junto a su pareja, Edoardo Massari, y otro compañero, Silvano Pelissero. Sin pruebas reales, sin un juicio justo, fueron convertidos en chivos expiatorios en una persecución política que buscaba aniquilar cualquier rastro de autonomía y rebeldía. Massari se “suicidó” en su celda. A Soledad la trasladaron a arresto domiciliario, donde también “se suicidó” poco después. La versión oficial insiste en llamarlo asfixia voluntaria. Nosotras sabemos que fue el patriarcado.

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Edoardo “Baleno” Massari

Porque su muerte no fue una decisión individual, fue una consecuencia de la violencia estatal y de un sistema que no tolera a una mujer fuera del molde. Soledad fue el blanco de una maquinaria que castiga a las mujeres que no obedecen, que no piden permiso, que se atreven a desafiar la norma. El Estado la aisló, la torturó psicológicamente y luego, cuando la dejó sin opciones, se lavó las manos.

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A más de dos décadas de su muerte, su historia sigue resonando. Soledad es el símbolo de las mujeres perseguidas por desafiar el orden patriarcal. Su nombre, como el de tantas otras, nos recuerda que la lucha sigue y que la justicia no es un regalo: es una construcción colectiva.

Su historia levantó preguntas sobre la criminalización de la protesta, el peso del sistema judicial y el rol de los medios en la construcción de narrativas de condena. Para muchos, su muerte fue un femicidio de Estado. Para otros, un símbolo de resistencia.

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Cuando murió Soledad los anarquistas realizaron manifestaciones en Italia (AP).

El grito ahogado de Soledad:

La muerte de Edoardo Massari, su compañero y pareja, fue un golpe mortal para Soledad, pero más allá del dolor personal, la tragedia reflejó el fin de una lucha que se estaba llevando a cabo a un nivel mucho mayor. El 23 de enero de 1998, Edoardo terminó con su sufrimiento en la cárcel, un sistema que Soledad denunció en una carta desgarradora que escribió en sus últimas semanas de vida. En ella, Soledad expresó su rabia y su dolor ante la muerte de su compañero, responsabilizando al Estado, los jueces, la policía, y toda la sociedad por el sufrimiento que vivió en prisión:

“Compañeros y compañeras: La rabia me domina en este momento. Siempre he pensado que cada uno es responsable por sus actos, pero esta vez hay culpables y los quiero mencionar en voz alta, son aquellos que mataron a Edo: el Estado, los jueces, los abogados, la prensa, el T.A.V., la policía, las leyes, las reglas y toda la sociedad de esclavos que acepta este sistema”.

Soledad también narró el infierno que vivió en prisión: la tortura psicológica y física a la que fue sometida, el aislamiento y la sensación constante de estar al borde de la muerte. Su carta es un testimonio visceral de cómo el sistema trató de quebrar su espíritu. En sus palabras, podemos ver cómo se convierte en una prisionera no solo de las cárceles físicas, sino también de un sistema que la aisló de su humanidad:

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Las pintadas en Italia apoyando a Soledad y a Baleno

“La cárcel es un lugar de tortura física y psíquica, aquí no se dispone de absolutamente nada, no se puede decidir a qué hora levantarse, qué comer, ni con quién hablar, ni con quién encontrarse, ni a qué hora ver el sol. Para todo hace falta hacer una «solicitud», hasta para leer un libro…”.

Su carta concluye con un grito de resistencia, un reclamo a la libertad que nunca llegó. La huelga de hambre que inició Soledad no solo fue una forma de protesta, sino también una manifestación del último vestigio de control que le quedaba sobre su cuerpo y su vida. En ese espacio de desesperanza, Soledad luchó por su dignidad hasta el final:

“Voy a buscar la fuerza de alguna parte, no sé de dónde, sinceramente ya no tengo ganas pero tengo que seguir, lo hago por mi dignidad y en nombre de Edo. Lo único que me tranquiliza es saber que Edo ya no sufre más. Protesto, protesto con mucha rabia y mucho dolor”.

El legado de Soledad:

El legado de María Soledad inspiró a muchos, no sólo por su lucha sino por su capacidad de resistir dentro de un sistema que intentó arrebatarle hasta su último aliento. En mis inicios de periodismo en Buenos Aires, en 2008, me encontré con la tapa de un libro que me llamó la atención: una joven rapada, esposada, haciendo un gesto desafiante, escoltada por dos policías. La tapa roja y el título “Amor y Anarquía” en letras negras se grabaron en mi mente. El libro, escrito por Martín Caparrós, cuenta la historia de Soledad, su vida, sus amores y su lucha. En él, leí por primera vez su historia, y esa lectura dejó una huella profunda en mí, como lo hizo en tantos otros.

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Soledad tenía 24 años cuando, en una prisión italiana, decidió quitarse la vida

En el año 2003, Caparrós publicó “Amor y Anarquía: la vida urgente de Soledad Rosas” (1974 -1998), una novela que retrata la vida de la joven anarquista que, al irse de Argentina en 1997, tenía 23 años y estaba comenzando a formar su vida en Europa. Un año después, sería encontrada muerta en Turín, acusada de ser una de las terroristas más peligrosas de Italia. La historia de Soledad es una historia de amor, lucha y resistencia, pero también de cómo un Estado puede crear a sus peores enemigos, de cómo un sistema busca destruir a aquellos que desafían la normatividad.

En la canción “Esto es to-to todo amigos” de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, escuchamos al Indio Solari cantar: “La Sole se fue de lo linda que era”. Un recordatorio de lo que se pierde cuando la lucha de una mujer se ve silenciada por el sistema.

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