Habló ex Gondwana e hijo de Lumi Videla que arriesga nueve años de cárcel: “El rastafari no trafica, no bota la marihuana y eso me tiene preso”
Dagoberto Pérez Videla, sacerdote rastafari acusado de tráfico de estupefacientes y cultivo de marihuana, aseguró ser víctima de una serie de irregularidades en el allanamiento de su cultivo y taller en la comuna de Pirque, Región Metropolitana. “Ellos (la policía) entraron de manera ilegal, tuvieron que hacer un montaje para demostrar que el allanamiento fue legal”, aseguró. Este lunes 28 inicia el juicio oral en su contra: “Me pueden quitar mi libertad, pero mi espíritu y mi espiritualidad me mantendrán en calma”, sentenció.
Por: Agustín García Ávila
Santiago.- El 25 de febrero, Dagoberto Pérez Videla, o Dago, como lo llaman en la comunidad rastafari, encontró a agentes de la PDI en su antejardín. Se habían enterado de sus plantas de marihuana. Según contó, sus cultivos, junto con tallos secos, hojas molidas, e incluso, guano de caballo fueron apilados en la camioneta de la policía y pesados como si fueran cannabis.
Dago, sacerdote rastafari, naturópata titulado y ex miembro de la banda de reggae Gondwana , relató que utilizaba esas plantas para hacer fitofármacos con los que atendía pacientes y “ejercer su espiritualidad”. Pero los 14 kilos de marihuana imputados —de los cuales sólo 800 gramos eran utilizables, según él— lo han llevado a pasar doce días en prisión y a enfrentar casi dos años de proceso judicial. Este lunes 28 de octubre, inicia el juicio oral en su contra por tráfico de estupefacientes y cultivo de marihuana.
Como hijo de los militantes miristas Lumi Videla y Sergio Pérez —ambos asesinados por la dictadura—, aseguró llevar consigo una historia marcada por la resistencia y la espiritualidad. El crimen de su madre, cuyo cuerpo fue lanzado al patio de la embajada italiana en 1974 por militares durante la dictadura de Augusto Pinochet, dejó en él una profunda huella, sentimientos que volcó en la “conexión y sanación” convirtiéndose en sacerdote de la orden rastafari Nyahbinghi, corriente que busca “una vida natural y una unión profunda con la tierra”.
“Para los rastas, la cannabis es nuestra planta sagrada, con la cual realizamos nuestras ceremonias. Es nuestro sacramento, nosotros no podemos en ningún caso hacer un uso indebido”, replicó.
Titulado como naturópata en el Instituto Carlos Casanueva presentó una tesis sobre las propiedades medicinales de la hoja de marihuana y en su práctica, atendió a 140 pacientes con aceites, jarabes y ungüentos preparados en su propio taller. Se trataba de un espacio habilitado en su casa de Pirque, con una siembra de 22 plantas de cannabis para uso medicinal y espiritual.
En 2006 llegó hasta su casa el presidente del Consejo de Ancianos Ratafari, quién luego de haberlo conocido en Panamá, lo nombró sacerdote rastafari. Hoy tiene trenzas dreadlocks, o rastas, de hasta 30 años, las que aseguró, simbolizan “la resistencia y el no dejarse dominar por babilonía (cómo llaman los rastafaris a la sociedad moderna)”.
Pero su trabajo fue interrumpido el 1 de agosto de 2022 con una denuncia anónima que condujo a un grupo de agentes de la Policía de Investigaciones a incautar sus plantas. Sobre lo que encontraron los detectives, insistió en que se trataba de restos acumulados a lo largo de diez años.
IRREGULARIDADES
“Nosotros no podemos botar la hierba, aunque sea un palito, un rastrojo, nunca va a ser basura, nunca va a ser desecho. Entonces, como llevo diez años haciendo medicina canabica, fui acumulando todos esos restos y sobras. Eso fue lo que se juntó todos estos años y que dio harto peso”, dijo desde el penal Santiago 1.
Donchi, como era conocido en la escena musical de reggae, insistió que su caso está cubierto de irregularidades, desde la forma en que se contabilizó la cannabis, hasta la manera en que los oficiales allanaron su propiedad.
“Fue muy raro, porque después de vivir 18 años en un lugar, es como que te conocen todos y para nadie era extraño que yo tuviera plantas en la casa. O sea, eso era un conocimiento tácito. Pero llegó una denuncia, y la PDI fue para la casa. Las plantas no se veían más que entrando por el pasaje que tiene el vecino. Entonces, los tiras llegaron, y apretaron al hijo del vecino, el Cristo, que tenía como 15 años, le mostraron la placa. Y ya dentro del antejardín, me dijeron que vinieron por mis plantas y todo. Yo ya cachaba que querían empezar a destrozar y todo, pero dije a lo caballero: “ya”, y firmé”, relató.
Para poder justificar el ingreso de la PDI, los policías necesitaban acreditar que las plantas se veían desde la vía pública. Al respecto, Dago comentó que solía tener “mucho cuidado con que sus plantas se vieran” y acusó que la escena para obtener las pruebas fotográficas habría sido alterada por los detectives.
“Dijeron que yo tenía unas plantas de tres metros, entonces, como eso no era así, de hecho, ellos no tenían ningún registro, ¿qué hicieron? Yo tenía como cinco plantas en macetero, pero había una, la más chiquitita, que no había echado raíces, y esa, la pusieron en un lugar súper irrisorio, donde encontraron un espacio de 70 centímetros, a 18 metros de la reja, un espacio que era el único que se podría haber visto, ahí pusieron el macetero. Era el único que podían mover y de ahí sacaron las fotos desde fuera, pero una planta de 3 metros desde fuera no hay ninguna foto, está solo esa foto del macetero que pusieron ahí”, replicó, comentando que se enteró de esto durante el control de detención.
En un principio, reconoció que tres de los policías fueron “respetuosos” por su calidad de sacerdote rastafari. “Cacharon que yo no era traficante, que era naturólogo profesional, lleno de flores del bosque, aceites esenciales, aparte los preparados (…) cacharon que estaban en otra cosa (…) el inspector fue respetuoso en mi condición de sacerdote”.
Sin embargo, contó que esto cambió con la llegada de un cuarto policía, a quien acusó de tener un actuar “mal intencionado” a la hora de pesar el material incautado y depositarlo en la camioneta.
“Entró en la bodega donde yo tenía palos de cannabis, troncos gruesos de dos metros (…) eran como tres o cuatro kilos, una bolsa súper grande de palo e hilachas. Echó también un saco de guano de caballo de cinco o seis kilos. Más los cuatro de los palos y ahí ya eran catorce kilos. Se llevaron hasta el saco de guano, así de cara dura”, añadió.
CATORCE KILOS DE CANNABIS
En total, el fiscal Javier Carreño de la Fiscalía Oriente de Santiago, le imputó la tenencia de catorce kilos de “cannabis” y tras ser formalizado quedó en prisión preventiva en el penal Santiago 1. Desde ese día su abogada ha solicitado que se le respete su derecho a libertad de culto, tanto por el uso de su vestimenta y su alimentación vegetariana. Sin embargo aseguró que esto nunca ocurrió. “Es más fácil entrar pasta base que una biblia”, replicó.
Desde la cárcel presentó una declaración donde expuso estos hechos, además de sus argumentos cuestionando el grueso de la acusación, reconociendo solamente la posesión de 300 gramos de cogollos y 500 gramos de hoja utilizables.
“Yo tenía 300 gramos de cannabis en sumidad florida y 500 gramos de hoja utilizable. Todo lo demás era basura y era rastrojo. Si me tienen que juzgar, que sea por mis 22 plantas y por mis 800 gramos”, insistió.
Y en esta línea, recalcó su conexión con la planta, agregando que “es nuestro incienso interior con el cual purificamos nuestros pensamientos y sentimientos para estar puros en plenitud, en integridad. Por lo tanto rastafari no trafica, no bota la marihuana, y eso me tiene preso, pero no estoy arrepentido porque es peor botarla”.
“Yo soy un buen cultivador”, añadió, “tenía todo orgánico, había traído de Jamaica, de los montes, no de comprar nada, de allá mismo de los ancianos. Lo habíamos aguachado acá, siete años más o menos, en la precordillera. Yo hacía el abono orgánico, con guano de la yegua del vecino. Me entiendo, con ceniza, como la ortiga, y todo orgánico, era propia ya semilla de uno”.
Tras doce días en la cárcel contrajo Covid-19 y gastroenteritis. Su defensa apeló a la medida cautelar y el tribunal acogió que cumpliera el plazo de investigación en prisión domiciliaria nocturna.
Sin embargo, durante todo este proceso ha estado impedido de organizar sus ceremonias, las que en algún momento congregaron hasta a 300 personas de distintas edades y orígenes. Dago no duda en responzabilizar a la Fiscalía Nacional.
“El fiscal que me toca no es una mala persona, él entiende perfectamente quien soy, que siempre he abogado por el uso del cannabis y que no soy un traficante. Es más, él junto a mi abogada defensora pidieron dejar de perseverar en la causa, pero la Fiscalía Nacional ha rechazado la petición dos veces”.
Este lunes 28 de octubre, inicia el juicio oral en su contra donde arriesga nueve años de cárcel por tráfico y cultivo de marihuana. Dentro de todo, aseguró estar tranquilo y esperanzado en que el proceso se anule por las irregularidades que acusó: “Me pueden quitar mi libertad, pero mi espíritu y mi espiritualidad me mantendrá en calma”, sentenció.