La poesía travesti de Claudia Rodríguez: “Hay un mundo que no nos quiere y que nos violenta hasta matarnos”
“Mi activismo quiere luchar por el derecho a existir”, aseguró a El Arrebato, Claudia Rodríguez, reconocida como la primera poeta travesti de Chile. Su obra fue recientemente reeditada bajo el título “Cuerpos para odiar” donde su comunidad toma la palabra y registra su propia historia: “Hay gente que me escucha cuando leo mis textos y me dicen que les da ganas de llorar, pero que también les da risa. La poesía travesti siempre tiene un desgarro, pero también siempre aparece la ternura (…) porque somos una comunidad que quiere vivir, que quiere ser feliz y que quiere vivir en paz”.
Por Jimena Améstica Zavala
–Activista feminista, poeta travesti ¿De dónde surge la escritura de Claudia Rodríguez?
Yo estaba en una organización gay creada después de la dictadura militar. Ahí empecé a hacer activismo, saliendo de la burbuja, pero además de la ignorancia misma, porque con el tiempo me di cuenta que era una desclasada, que no tenía idea de nada del mundo. Con 17 o 19 años, no tenía ningún arraigo con las luchas sociales.
Fue entonces en esta organización, pero como siempre pasa con el patriarcado, era principalmente de hombres homosexuales. Y yo, que venía con esta dificultad de tener mala educación y no tener la preparación siempre me echaban a un lado, ellos eran los que hablaban. Pero empecé a resentirme de eso, porque yo me consideraba más una persona travesti que una persona gay, pero como no tenía la preparación surgió la posibilidad también en el ambiente de buscar otras formas de hacer activismo y ahí surgió la escritura.
-¿Cuál fue tu primer trabajo?
Me metí en un taller de escritura con Diego Ramírez, que es un poeta gay que promovía que los jóvenes escribieran, y sobre todo los jóvenes disidentes, que aprendiéramos de textos, de autores, de formas de escribir, del sentido de la literatura.
Empecé a escribir ahí un fanzine con falta de ortografía, con problemas de redacción. Pero eran cosas más bien cortas que tenían como una carga emocional. Ahí les dio a mis compañeros por decirme que yo escribía ‘poesía travesti’. Y empecé a usar este concepto y empezó a nacer la idea de una posible escritura travesti de nuestras historias.
–¿Eran tus historias y las de tus compañeras?
Sí, porque en paralelo hacía prevención del VIH y tenía la posibilidad de entregar preservativos a rincones en donde nadie iba a preocupar por la salud de las compañeras travesti que hacían trabajo sexual, ya eran compañera de 40 y 60 años. Principalmente era en la Región Metropolitana, en San Camilo, Avenida Matta, Viva Zeta, muchos lugares que entonces eran además peligrosos.
Y entonces, ahí conversando con ellas surgió esta cosa de contar cuentos. Y la reflexión que hicimos en el taller fue que esos cuentos no existían porque nadie los escribía, entonces había que escribirlos. Así surgió esta alternativa a esta organización homosexual, para empezar a hacer un activismo autónomo, independiente y por tanto feminista. Porque lo que aprendí del feminismo fue que estas biografías importan, problematizar cómo es la historia del mundo, y en especial la historia de Chile. La historia de la sexualidad en Chile.
–¿Cómo fue el proceso de las siguientes publicaciones?
En el año 2000, un poco pasado el 2000 comencé a hacer mis propios fanzines. A uno le puse “Dramas Pobres”, porque era una cosa muy pobre, diez hojitas escritas por ambos lados y con estas dificultades de falta de ortografía y problemas de redacción. Una amiga me preguntaba ¿Quién te va a comprar esta cuestión? Pero insistí después de que otro amigo me dijera que era muy interesante al ser la primera travesti que escribía en Chile. Entonces la escritura travesti ya tiene estos rasgos.
Yo persistí en autopublicarme. Y cuando me invitaban a viajar, o a ferias llevaba mis tres fanzines y una librilla de poesía travesti que se llamó “Cuerpos para Odiar”, tenía más páginas, más textos y más historias. Yo misma lo pegué con cola fría, le hice la tapa y se basaba en los resultados de una pequeña investigación que había hecho donde los medios de comunicación publicaban fotos de compañeras asesinadas tiradas en la calle. Eso sucedía en toda Latinoamérica. Y con el tiempo, esta librilla de poesía travesti empieza a traficarse, fotocopiarse y escanearse. Ahora sé que después de 20 años se estudia en algunos cursos universitarios, en literatura, y se estudia desde esta perspectiva de una escritura precaria, de la más excluida de las expresiones sexuales como es la travesti.
ODIO, REIVINDICACIÓN Y TERNURA
–Ahora, Editorial Barret lanzó tu libro e iniciarás una gira por distintas ciudades de España ¿Cómo te estás preparando?
Este libro tiene toda mi trayectoria, se publicó a principios de este año y me invitaron a España para visitar distintas ciudades para presentarlo. Tiene la maravilla de que me prologó Mariana Henríquez, eso es un apoyo, su generosidad ha sido total. Estoy muy agradecida.
–En la promoción de “Cuerpos para odiar” acompañaste la frase: “Sobre nuestras muertes, las travestis no saben escribir”. ¿Por qué?
Bueno, esa es una reflexión que surge en el taller de escritura de Diego Ramírez, que se llamó “Moda y Pueblo”. Ahí concluimos que el tema de las faltas de ortografía, los problemas con la redacción son porque somos analfabetas. Tomé conciencia de que mi generación era una generación excluida del sistema educacional y por eso muchas de los compañeras con las que hablaba y me contaban sus historias, no sabían escribir ni leer, porque no habían sido una prioridad en el sistema educativo. Nuestra forma de ser, nuestra feminidad es un problema para el sistema y esa exclusión hizo que no supiéramos hacer un registro de la misma muerte de nuestras compañeras.
–Entonces, de alguna forma es un acto de reivindicar tu historia y la de esas voces asesinadas…
Claro, de generaciones de compañeras que por ser travesti no significaban un relato que debía ser registrado. Ni nosotras mismas lo sabíamos o nos preguntábamos por qué. Y fue porque éramos nosotros quienes teníamos que estar contando esa historia sobre nosotras mismas.
–Y, ¿por qué “cuerpos para odiar”?
Yo estudié Trabajo Social nocturno y tenía compañeros, muchos hombres. Y pasaban muchas cosas, la gente se enamora una de otra y todo el cuento. Entonces, en una de las clases se habló en algún momento sobre el feminismo y de que las mujeres están hechas para ser amadas. En este mundo heterosexual la pareja es un hombre y una mujer, tienen hijos y generan familias. Pero yo no me puedo procrear. Y así surgió la cuestión de que no soy un cuerpo para ser amado. Las travestis no son cuerpos para amar, sino todo lo contrario, somos cuerpos para odiar. Y en la práctica eso se vuelve súper real porque nuestro espacio de trabajo es la prostitución, la calle, y en ese espacio hay mucha violencia.
La sexualidad de la que aprendemos nosotras es masculina y muy violenta. Por eso es el título, y por eso los cuerpos que se tiran a la calle, porque hay un mundo que no nos quiere y que nos violenta hasta matarnos.
–¿Cómo procesas el dolor del que escribes, el de tus compañeras asesinadas? ¿Cómo se sigue viviendo?
Con ternura. Pero con una ternura que está oculta en la ironía. Hay gente que me escucha cuando leo mis textos y me dicen que les dan ganas de llorar, pero que también risa. La poesía travesti siempre tiene un desgarro, pero también siempre aparece ternura. Y eso es lo que contiene mi libro. A pesar de todo, tiene mucha ternura, porque somos una comunidad que quiere vivir, que quiere ser feliz y que quiere vivir en paz.
–¿Y esa mirada también tiene una perspectiva para las nuevas generaciones?
Yo creo que podría ser un libro clave para entender los derechos de la niñez y la adolescencia LGBTQ+. Porque no estaba dicho cómo se tolera y se invisibiliza a esta comunidad en la infancia, como si naciéramos grandes. Y no, los travestis somos niñeces que fuimos abusadas por adultos. Y es necesario entonces reconocer los derechos de hablar y tomar decisiones y decir lo que está pasando con nuestros cuerpos.
– Háblame de tu futuro
Quiero escribir mucho. Siempre estoy pensando, siempre estoy haciendo pequeños textos. Y después del viaje quiero sentarme a construir un nuevo fanzine que espero pueda convertirse en un nuevo libro. Me interesa mucho seguir escribiendo sobre lo travesti y la diversidad de travestis que somos. Hoy por ejemplo, es muy importante reconocer que hay personas trans, transexuales y no binarias, que son afrodescendientes, también migrantes. Y en eso tiene que ver con mi activismo, mi activismo quiere luchar por el derecho a existir.